Nos encanta Mad Men. Se supondría que nos tiene que gustar porque es una serie que se desarrolla en un ambiente que nos resulta familiar, claro. Pero si no fuera así también nos gustaría, es una de las mejores series del momento. Es excelente en el reparto, la trama y el guión. Pero nos vuelve locos sobre todo porque su creador, Matthew Weiner, propone ejemplos de casos reales, a veces demasiado novelados para sostener el arco argumental, pero bien documentados e ilustrativos de cómo funciona esto de la publicidad. Un ejemplo genial es el desafío del primer capítulo de la serie.
En él, Don Draper, director creativo de Sterling Cooper, se enfrenta a un bloqueo creativo en pleno proceso de una campaña para Lucky Strike y llega a la fecha límite sin tener nada convincente que presentar al cliente. Ya ha pasado un lustro desde este capítulo, así que no nos andaremos con la delicadeza de evitar spoilers.
Por supuesto, ningún fragmento puede contar el desarrollo del capítulo entero, pero nos vale con estos cuatro minutos de Draper descubriendo el slogan de la campaña en la misma reunión con el cliente. En el momento anterior de la escena, Don Draper reconoce ante el cliente que tiene dudas porque no sabe cómo afrontar el rechazo del consumidor al producto por la aparición de informes públicos en los que se relaciona el hábito de fumar con el cáncer. Antes de que el cliente salga por la puerta decepcionado llega el momento de brillantez.